Consumir drogas o alcohol para sentirse bien, para saber qué se siente o para escapar del vacío que predomina en la sociedad. Estas son algunas de las causas por las que miles de personas caen en las adicciones. Este es un fenómeno muy complejo cuyo común denominador es la búsqueda de satisfacción inmediata.
Existen múltiples factores que determinan que una persona adquiera una adicción. Casi siempre tiene origen en una profunda alteración de la esfera afectiva que se detecta antes y después de comenzar a consumir.
Antes, porque el sujeto frecuentemente se configura como un experimentador motivado por la curiosidad, la búsqueda de sensaciones, la presión social o la baja autoestima. También lo puede hacer simplemente porque es empujado por la marea cultural, porque "todos lo hacen", sin contar con posiciones críticas. Lentamente, esta situación se va transformando en hábito, que se sustenta en la búsqueda de una felicidad inmediata. De allí a la dependencia resta sólo un paso.
Y después, porque las sustancias operan sobre un ser que tiende a repetir la experiencia de placer como escape al dolor, a la presión o a la sensación de vacío insoportable que predomina en la sociedad. Sin embargo, y porque la realidad es y será siempre más fuerte, queda atrapado en una relación con el objeto de placer que excluye toda otra posibilidad de satisfacción.
Intervención preventiva
"Luego de estos dos pasos, la persona que se hace adicta ha perdido autonomía y muchas veces hasta criterio de realidad", advierte la psicoanalista y presidenta del capítulo de Drogadependencia y Alcoholismo de la Asociación Psicoanalítica Argentina, Verónica Mora Dubuc. "No hay manera de pensar que esto no afecte su vida de relación. Pero la vida se ve afectada mucho antes de la adicción, por lo que se hace tan importante poder intervenir preventivamente, cuando ya hay señales de cambios y alteraciones y no esperar a tener una adicción difícil de revertir", explica Mora Dubuc.
Los tiempos modernos han sembrado la creencia de que la satisfacción es fácil y que la merecemos ya. "Los psicoanalistas, en nuestra consulta, solemos hablar de baja tolerancia a la frustración como un problema a afrontar", ejemplifica la experta.
Espiral de consumo
Hoy se sabe que existen determinados patrones, tanto en quienes consumen drogas -sean lícitas o ilícitas- como en quienes se hacen adictos. Es probable que quien necesita estimularse prefiera el consumo de éxtasis, mientras que el que busca calmar su ansiedad o tristeza prefiera el alcohol. Pero, en general, es una búsqueda intuitiva no racional. "Es lo que a veces llamamos uso farmacológico del alcohol", comenta Mora Dubuc.
Actualmente, lo habitual es la mezcla de sustancias, que termina compensando efectos y, en consecuencia, haciendo aumentar el consumo: con el alcohol se neutraliza el efecto del estimulante, y con el estimulante la persona puede tomar más alcohol o sacarse la borrachera. El resultado es una espiral de consumo.
Si bien el alcoholismo de antaño y el de hoy son lo mismo, en opinión de Mora Dubuc, son las personas las que han cambiado. "Lo que sí es nuevo es una modalidad de consumo incentivada culturalmente que busca romper récords. Pone a prueba los límites naturales y se convirtió en un fin y dejó de ser un medio: no es que simplemente se tome durante una reunión, sino que las personas se juntan para tomar", afirma la experta.
Más difícil
Si bien nadie reconoce su adicción tan fácilmente, para los consumidores de psicofármacos tal vez sea más difícil. Algunos psicofármacos generan adicción, y otros, hábito. También es cierto que muchos individuos tienen un condicionamiento sugestivo. Todas son cuestiones que en el marco de un tratamiento adecuado pueden ser manejables. "Lo más riesgoso es creer que uno solo puede controlarlo", advierte la especialista.Por otra parte, la alta disponibilidad de los psicofármacos genera un incremento en el consumo. "Hemos aprendido mucho del problema, pero sabemos mucho menos sobre cómo solucionarlo", concluye Mora Dubuc.